20081111

lecciones 1 y 2

compré una bicicleta en junio... o en julio, no estoy muy seguro, pero creo que fue en junio. es una bicicleta de montaña gris, con llantas de 28", amortiguadores delanteros y traseros, 21 velocidades y un freno de disco en la llanta delantera.

la última vez que tuve una bicicleta, o que usé una bicicleta de manera cotidiana fue en verano de 2002 cuando entre otras cosas pulía lentes para telescopio en puebla. me imagino que la distancia de la puerta de la casa a la puerta de la universidad entonces y hoy es más o menos la misma, por el tiempo del viaje y por lo cansado que me siento cuando llego, aunque es de notarse la diferencia que hay entre jugarse la vida por el "acotamiento" de una "carretera federal" en tonanzintla, y hacerlo en la red de vías para bicicletas de esta parte de baviera. el viaje a la universidad aquí es de 3.7 km, lo que quiere decir que en promedio pedaleo 7.2 km al día, a veces más, a veces menos. dependiendo de los semáforos me toma entre 10 y 15 minutos...

sin embargo, hasta este domingo no había dejado de ser un ciclista de rutina y citadino. práctico. inmediato. de rutas cortas. y escribo hasta este domingo, porque este domingo me decidí por fin a empezar a "entrenar" para otro tipo de rutas un poco más largas... mi meta era llegar al aeropuerto, que está a 37 km de donde vivo, a través de la ruta que sigue al río hacia el norte, hacia donde también corre el río. una vez allá evaluaría el grado de deterioro de mi persona para regresar por la misma ruta o tomar el comodísimo S8 con todo y bici. así, después de un pequeño pero contundente desayuno, preparé un almuerzo que pensaba darme justo en el kilómetro 37 y que me ayudaría a hacer la evaluación mencionada... consistía en un sándwich (de salmón con gorgonzola-mascarpone, gouda y alcaparras, y que armé tomando prestados los ingredientes de mis compañeros de piso) que metí en un tóper para sándwiches, una pera (esa sí era mía) y una botella de agua. todo esto, junto con mis llaves, dos billetes de a cinco, mi identificación y boleto del metro entraron en una bolsa de tela que aseguré al asiento de la bici.

el viaje empezó bien. calculo que salí de la casa como a las 11:45 y llegué a un lado del río como a las 11:55. el camino, al principio lleno de 'joggies', carreolas, familias y parejas de avanzada edad, es un camino muy decente de grava, plano y sin irregularidades de consideración. lo primero que noté fue que lo primero que se cansa no son las piernas. lo segundo es que después de 10 minutos todavía tenía prendidas las luces, y que el dínamo que genera la electricidad para esos menesteres le restaba a la bici poquita potencia en cada vuelta. la tercera, y última, fue que algo metálico hacía ruido junto a los engranes de las velocidades, en la rueda trasera. el ruido cesó con un clang de alguna pieza que a fuerza de hacer ruido durante el camino, había terminado por caerse... así es que me detuve. la pieza era una especie de protección del mecanismo de cambios de la rueda trasera, misma que no tendría por qué tener gran complicación, si no estuviera normalmente sujeta al eje con la tuerca que detiene al eje de la rueda en el cuerpo de la bicicleta... y la tuerca no estaba.

la primera lección que me queda es apretar lo que se tenga que apretar y ajustar o revisar lo demás antes de empezar. por suerte, en esos momentos, en el kilómetro 11 de mi recorrido, estaba justamente pasando por Ismaning, por donde pasa el comodísimo S8... así es que un poco vencido y algo entumido, ya para entonces también de las piernas, llegué a la estación del tren. para mi suerte, el tren llegaba en 2 minutos, lo que me daba tiempo para desempacar el almuerzo, sacar mi boleto y pagar los € 2,50 que cuesta transportar la bici. en el minuto o dos que pasaron entre que llegó y se fue el tren, me quedé en el andén limpiando los restos de pera del resto de los contenidos de la bolsa, aprendiendo así la lección número dos.

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